domingo, 5 de agosto de 2012

En el mar no se llora...

Buenas a tod@s nadadores y bloggeros!
Todas las semanas os comento los entrenamientos, las travesías pasadas, las futuras...esta semana no os puedo contar nada de eso. Tristemente para mi esta semana no ha habido nada de eso, ni entrenamientos, ni travesías...
La cosa se empezó ya a torcer el lunes cuando un dolor que yo atribuía a las agujetas por haber nadado una travesía el sábado acabó en urgencias siendo algo que no eran precisamente agujetas. Bueno, no voy a aburrir a nadie con cosas de médicos y enfermedades, simplemente, diré que ese problema, unido a mis consabidas enfermedades, me generó un brote de fibromialgia y mucha sensibilidad a la luz y al ruido, y me ha dejado postrada en la cama toda la semana. Solamente intenté salir a dar un paseo la noche del miércoles pues ya tras dos días en la cama me estaba volviendo loca...os diré que llegué a unos 100 metros del portal y tuve que dar la vuelta ya que tumbada me daba la sensación de poder andar pero ponerse de pie y hacerlo ya es otra cosa diferente. Pues así transcurrió la semana hasta ayer, sin mucho que decir ni que contar, tumbada en una cama mirando al techo, pero ayer, después de una tarde entera de lluvia en Vigo, no lo soporté más y aprovechando la lluvia purificadora de aire cogí todos mis bártulos y pensé que era el día perfecto para meterse en el mar...no a nadar grandes distancias, sólo meterme en el mar, pues tras todo el día lloviendo, la playa había estado desierta y no habría restos de cremas ni de gasoil de lanchas o yates en el agua. Pues allí me fui con la gente mirándome raro mientras me ponía el traje para meterme en el agua. En la foto veréis que no había un alma ni dentro ni fuera del agua.


Pues ahí me tiré con mi boya a flotar un rato en el agua...y, una vez dentro, hasta me atreví a dar unas brazadas en contra de mi dolor que me había tenido encerrada entre cuatro paredes durante una semana. Una semana sin nadar, sin andar, casi sin comer y casi sin hablar...Tras un pequeño camino recorrido a nado en el cual me rodeaba el silencio más absoluto, lo cual agradecí, ya que iba buscando tranquilidad y no entrenamiento, me agarré a mi boya llena de recuerdos y vi el camino que había recorrido y pensé en todo el que me queda por recorrer, y entonces allí, en medio del mar, me subí las gafas y exploté, lloré todo lo que me había aguantado, o no me había salido, durante una semana de encierro domiciliario, sólo pensaba en cuántos días o semanas o meses así quedarán en mi vida y entonces me di cuenta que en el mar no se llora porque al igual que no se puede distinguir una gota de agua de otra no se puede distinguir una lágrima de una gota de agua salada, y así fue como el mar lavó mis lágrimas que, al lado de la masa de agua en la que estaba metida, eran tan insignificantes que incluso resultaban ridículas y fue entonces cuando solté mi boya, me puse de nuevo las gafas y emprendí el camino de vuelta con un movimiento tan rítmico y lento que veía pasar debajo de mi los bancos de peces sin inmutarse, sin asustarse de mi chapoteo y sin apartarse de mi. Así fue como, una vez más, el mar me ayudó a comprender que, en su inmensidad todos los problemas se hacen pequeños, y que no es lo mismo ver la vida desde fuera del agua que desde dentro. Así fue como el mar se llevó mi tristeza momentaneamente y de un plumazo me devolvió a mi realidad y a ver de nuevo la esperanza ya que, tan sólo una hora dentro del agua (con dolor, no creais que en cuanto me meto en el agua mi dolor se va), me hizo olvidar toda una semana de encierro.


Tened una semana estupenda y, como dice el Jefe, nunca sabemos lo que nos va a traer la nueva marea.
Besos a tod@s!!!

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